Rescatando la experiencia de la Feria Nómade
Siempre me parece importante rescatar experiencias de lucha y organización, por muy pequeñas que estas puedan parecer, ya que de esta manera es posible entender cada gesto e intento de cambiar el presente. Cada situación tiene su contexto, sus razones, sus formas de expresarse y un mar de aprendizajes y reflexiones que no debiéramos dejar jamás en el olvido.
Es debido a ello que en esta ocasión me gustaría recordar una experiencia en la cual tuve la suerte de participar y que con el paso del tiempo ha ido tomando más sentido y más fuerza. Se trata de la Feria Nómade, la cual consistía en una feria itinerante que buscaba moverse por diversos lugares de la ciudad con puestos y paños donde cualquier persona pudiera vender, mostrar, regalar o cambiar lo que quisiera.
Esta iniciativa surgió en un periodo donde la represión de las autoridades se encargó de atacar cualquier indicio de comercio ambulante y feria ilegal, sobre todo aquellas que se emplazaban insistentemente en el centro de la capital y que cada fin de semana congregaban a miles de personas a pasear agradablemente mientras caía la tarde. La verdad la represión buscaba coartar cualquier intento de sociabilización que no estuviera normado y legislado.
La idea de que nuestra feria fuera nómade nació de que la represión no tardaba mucho en llegar cuando algún grupo de personas intentaba colocar sus cosas a la venta en algún sitio fijo. Todas las ferias libres de ese entonces estaban siendo reprimidas en cuestión de minutos, por lo que se hizo necesario organizarse de formas menos predecibles.
Al estarnos moviendo constantemente, rotando por diversos lugares y sectores, la represión a nuestra feria se hacía mucho más difícil y así logramos funcionar durante bastante tiempo sin ser detectados, organizándonos por internet e invitando al mayor número de gente posible. La verdad es que fue bastante gente la que decidió unirse.
Los sectores por los que nos movimos fueron varios y en cada uno de ellos la Feria Nómade fue convirtiéndose en mucho más que un simple lugar para hacer algo de dinero. De a poco fuimos interactuando con toda la gente que iba a vender, conversando sobre la importancia que tenía usar los espacios de forma libre y de lo terrible que nos parecía el hecho de que la ley llegara a abarcar nuestras vidas de una forma tan totalizante.
Fue así como llegamos a ir al Parque Forestal, la Plaza Yungay, el Parque Bustamante, la Plaza Brasil, el Parque Los Reyes, el Parque La Bandera, visitamos colegios tomados, poblaciones, centros sociales y varios otros espacios cuyos nombres ya no recuerdo.
El hacer dinero de apoco fue pasando a segundo plano, lo que más disfrutábamos era llevar movimiento a las plazas, vernos las caras, compartir y ver cómo la gente del sector aprovechaba la instancia para apagar la televisión y salir un rato de sus casas a mirar los puestos.
Claramente la feria ya tenía una clara connotación política y toda la gente que asistía sabía que se estaba haciendo parte de un pequeño gesto de resistencia. Así fuimos generando un discurso en torno al movimiento constante y a la necesidad de darle a la feria un sentido más social que monetario. Para nosotros era importante llegar a muchos lugares, incluso a aquellos más apartados, y así construir espacios de sociabilización en un entorno donde el conversar y encontrarse parecía ser un verdadero crimen.
Yo en ese tiempo vendía libros, la mayoría de ellos textos anarquistas. También había gente que vendía ropa, otros ofrecían trabajos como xilografías o artesanías de todo tipo, había quienes vendían películas o música y quienes preferían el trueque antes que el dinero.
Una de las experiencias más lindas de ese entonces fue cuando comenzaron a llegar diversos tipos de artistas a compartir sus talentos con quienes estábamos en la feria. Actores, músicos, titiriteros y malabaristas se unieron a nuestra manada que se movía como una curiosa variedad de colores, telas, letras, sonidos e historias. La verdad todo aquello era muy bonito.
Otro momento importante fue la elaboración de un lienzo, el cual pintamos con algunos compañeros con la finalidad de darle más identidad a la feria. En un trozo de plástico blanco hicimos una calavera negra con dos espadas cruzadas debajo y el nombre “Feria Nómada” escrito con letras grandes. Obviamente nuestro símbolo fue una bandera pirata, la cual era izada en cada feria que realizábamos y en cada instancia que construíamos.
Sin embargo siempre hay errores de los cuales aprender. En este caso creo que hubo varias razones que llevaron a que la Nómade se dejara de realizar. La principal de aquellas razones es que hubo muchas personas que no se hicieron parte activa del proyecto y se movilizaban sólo en busca de dinero. Con el tiempo fuimos pocos los que dábamos vida a la Nómade, los demás sólo se dejaban llevar y se quedaban en la comodidad, sin proponer nada, sin comprometerse, sin entregar nada de su parte para que el proyecto siguiera creciendo y fortaleciéndose. De hecho, sólo aportaban preguntando dónde sería la próxima feria y solo si el lugar prometía ganancias llegaban, si no se quedaban en sus casas. Triste, pero es una historia más que conocida.
Fue esa comodidad de muchos la que finalmente terminó desgastando a los pocos que sí se movían. Lo anterior es algo que suele pasar en muchas instancias, ya que pareciera que la pasividad que nos ha inculcado el capitalismo ha dañado considerablemente nuestra iniciativa y nuestra conciencia de que son nuestras propias manos las que construyen los sueños.
Y es que cuando está todo normado y estructurado es necesario resistirse con ganas y sacudirse con fiereza para poder rebelarse aunque sea en pequeños gestos y momentos. Debido a esa falta de fuerza fue que un día llegó menos gente, otro día un poco menos y al siguiente solo un par de personas que se miraron las caras y decidieron guardar aquel hermoso lienzo pirata.
Sin duda que esta experiencia es un buen ejemplo de reapropiación de los espacios, de ocupación de lo que nos pertenece, aquello ha sido arrebatado por la propiedad privada y la legislación. Nada ni nadie debería poder negarnos la posibilidad de ser libres en ningún territorio ni en ningún lugar. Sin embargo, la situación actual de represión y opresión en la cual habitamos cotidianamente nos lleva a la necesidad de esforzarnos para poder recuperar aquellos elementos básicos que nos han sido arrebatados.
Esperando que esta experiencia sirva para nuevas embestidas de libertad, mando un saludo a todos quienes recuerden aquellas tardes de sol, ropa, libros, música y risas en las que poner un paño sobre el pasto se convirtió en un pequeño gesto contra el poder.